<center><em style="text-shadow: 0px 0px 4px rgba(0, 0, 0, 0.6);">"Actuamos como pueblo redimido por Jesucristo, bajo la mirada amorosa de Santa María de Guadalupe."</em></center>

INTERPRETAMOS

Interpretamos y juzgamos desde el acontecimiento de la redención de nuestro señor Jesucristo y desde el acontecimiento Guadalupano.

Lo obispos, habiendo contemplado la realidad con ojos de pastores, identifican en el centro de la transformación que vivimos una crisis antropológico-cultural y comienzan esta Segunda Parte del PGP con una profesión de fe diciendo: “queremos ahora afirmar, con corazón y mente de pastores, que para nosotros el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado” (PGP 87). Así el criterio que ilumina y fundamenta la interpretación juicio es la persona y la vida de Jesucristo.

 

Sólo gracias al encuentro —o reencuentro— con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada, de la autorreferencialidad y de nuestro egoísmo como único referente. Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero (EG 8). Esta verdad será el eje conductor de la respuesta pastoral de la Iglesia mexicana a la realidad que nos interpela (PGP 89)

Los obispos se dejan cuestionar por la realidad que han mirado haciendose las siguientes preguntas: ¿Cómo anunciar a Jesucristo Redentor a un hombre que se concibe autosuficiente, centrado en sus potencialidades? ¿Cómo hablar de Redención a una cultura recelosa de redentores porque dice que ha encontrado en sí misma las respuestas al deseo de felicidad? ¿Cómo presentar al Redentor cuando nuestros contemporáneos desconfían tanto de los muchos redentores, que en el mundo de la política y la economía se ofrecen como la solución a todos los problemas? (No. 90) ¿Qué es la Redención? ¿Cómo hablar de ella a nuestros contemporáneos de manera positiva y esperanzadora? (PGP 101) De ahí que la propuesta para ir respondiendo a la realidad sea la necesidad de un nuevo acercamiento del misterio de la Redención. “Necesitamos reencontrarnos con el Dios de Jesucristo, necesitamos volver al Evangelio. Porque solamente desde allí podemos comprender quiénes somos y a qué estamos llamados como Iglesia Redimida. La llamada crisis antropológico-cultural nos pide replantear nuestros esquemas de evangelización para el ser humano concreto a quien estamos llamados a servir; para recuperar una sana visión del ser humano, hemos de hacerlo desde la contemplación del misterio de Cristo Redentor” (PGP 102). Para comenzar con ese acercamiento contempoáneo, los obispos afirman que la Redención de Jesucristo no se reduce al momento de la entrega de su vida en la muerte en la cruz sino que toda la vida de Jesús es redentora: “su familia, su predicación, su escucha e interpretación de la Escrituras, sus actitudes, sus pasiones y acciones, su cercanía con su Padre, su relación con sus discípulos, su distancia crítica con las autoridades, su sensibilidad ante el sufrimiento de los enfermos y necesitados, su confianza en el Padre para aceptar con valor su muerte, su presencia de resucitado y su deseo de quedarse con sus discípulos” (PGP 112). Luego de presentar el misterio de la Redención como criterio que nos ilumina, nuestros pastores presentan a la Iglesia como testigo de la Redención “que se hace presente allí donde no hay luz para conducir a la Luz; pero donde hay luz, para celebrarla y cantar con ella” (PGP 135). La reflexión propuesta es una verdadera reflexión teológica sobre la Iglesia Pueblo de Dios, misionera, eucarística, oasis de misericordia y pobre para los pobres.

“Creemos que la conversión pastoral (cfr. DA 365) en nuestra Iglesia, que debe fundamentarse en una sólida espiritualidad cristológica, eclesial y guadalupana, pasa primero por los Obispos y después por el presbiterio. Por lo que nos proponemos ser esos pastores en salida, capaces de dialogar con el mundo. Nos sentimos llamados a servir, en comunión con toda la Iglesia, principalmente en las realidades más lacerantes y acuciantes, y, sobre todo, hacer presente las exigencias del Evangelio a favor de la construcción del Reino de Dios, es decir, de una humanidad más humana, justa y solidaria. Una humanidad bajo el signo de la Redención”> (PGP 146).

Los obispos nos recuerdan la traducción más original del “Nican Mopohua” en el que podemos leer: “Mucho quiero, mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada. En donde lo mostraré, lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto. Lo daré a las gentes, en todo mi amor personal, en mi mirada compasiva, en mi auxilio, en mi salvación” y con eso por referencia, refrendan “el compromiso de seguir construyendo una casita sagrada porque representa un elemento común de identidad de este pueblo, un signo de unidad, un espíritu de familiaridad. La casita sagrada es un lugar donde nadie se siente extraño; un lugar de encuentro, convivencia y cercanía con los seres queridos; un lugar donde se comparten las experiencias de la vida” (PGP 155) El Acontecimiento de Jesucristo incluye la participación de María de Guadalupe, Madre del Redentor y es por eso que el acercamiento a la realidad descrita en la Primera Parte del PGP, lleva a los obispos a descubrir un desafío fundamental como Iglesia Católica: generar esperanza, fortalecer y reconstruir una vida humana más plena para todos sus hijos, especialmente los descartados por estos nuevos fenómenos. Esta es “una tarea que exige un profundo proceso de conversión, y nosotros, los Obispos, somos los primeros que debemos dar ejemplo de ella, haciendo llegar esta exhortación a todo el Pueblo de Dios que camina en este lugar y en este momento concreto de la historia” (PGP 164)

“Manifestamos que es aquí y ahora donde, el buen Dios, nos pide a obispos, presbíteros, diáconos, consagradas, consagrados y fieles laicos, concretar nuestras respuestas, valorando nuestra dignidad común, junto a otros hermanos que desde otras trincheras trabajan por este noble empeño” (PGP 164)

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