Esta es la alegría del Evangelio que deseamos experimentar y comunicar, para que todos tengamos vida para siempre. La fe como memoria, iluminada por el Espíritu, pone al creyente en movimiento, en éxodo y en tensión hacia la búsqueda de la plenitud (cfr. Ex 12,26-28). Dos milenios de la Muerte y la Resurrección del Redentor, de su Ascensión y del envío del Espíritu Santo en Pentecostés, no son ocasión para una simple fiesta de aniversario, sino el motivo para una gran celebración en la que, no hacemos sólo un recuerdo de la Redención, sino de lo que somos, vivimos y experimentamos más plenamente y de modo actual, pues la plenitud del tiempo tiene su cifra en Él, que por nosotros se hizo hombre, murió y resucitó para nuestra salvación. La tercera década del tercer milenio de la Redención, tiene además, providencialmente, un peculiar significado para nuestra nación mexicana, pues apenas pocos años después de la llegada del Evangelio a estas tierras, en el año de 1531, Santa María de Guadalupe hizo resonar en sus palabras, la bondad y novedad del anuncio cristiano. Creemos que la Iglesia en México necesita sentarse a los pies de la Virgen Madre para alentar la esperanza de ser un solo pueblo. Ella nos invita a contemplar, creer, vivir y anunciar el misterio de la Redención realizado por Jesús.